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  • Writer's pictureAnibal Venegas

De invierno a verano sin camiseta

Hablemos de transiciones por favor. De estaciones, no de género. Y de los hábitos que las acompañan. La primavera trae esos encantos inútiles que invitan a exacerbar la feria de las Vanidades como diría Tackeray. ¿Qué es la vida sin una gota de banalidad?


Mientras que en el norte del hemisferio las hojas de los árboles se arremolinan en los parques de césped perfecto que con la caída de la primera nevada se quema inexorablemente –apenas sale el sol lo pintan, sí, con pintura verde– en el sur “Global” el verano ya nos da puntapiés en el culo con sus botas de siete leguas. Porque con el calentamiento del planeta la primavera existe como una intuición o acaso en el diccionario, que nadie lee. Y ahí está uno, pegado a la noción romántica de los primeros “brotes” que tímidamente se asoman por agosto en rosa, blanco y amarillo y ahí también estaba ella, haciéndonos guiños, flirteando con nuestra tarjeta de crédito, la gran Equivocación: comprar ropa invernal cara que no nos pudimos permitir en su temporada correspondiente y ahora ¡zaz! rebajada en un 70%. ¿Cuántos tenemos los armarios repletos de jumpers, abrigos y chaquetas que de forma objetiva se van a quedar arrumbados ahí por la simple razón que en el invierno siguiente la moda dictará otra cosa y lo que hoy es barato, multicolor y suave se verá deslucido y horripilante en 2020? Cuando aparezca la palabra “Sale”: cuidado. Seguro dedicaré una entrada completa para abordar este tema. Pero ahora hablemos de transiciones estacionales y que van de la mano del viejo adagio “Por un verano sin polera”. O remera, para los amigos de Argentina y Uruguay. ¿Qué hacer? ¿Qué hago yo? “Aníbal, ¿Qué nos recomiendas?”.


Aníbal, opina.


Lo repito: de nutriólogo no tengo un pelo. Aquí escribe un filosofo errante provisto de disciplina soviética, comportamiento obsesivo compulsivo y ganas de sentirse bien. En mi última entrada lo dije abiertamente y sin reservas: Swaraj. Autogobierno. La palabra clave que guía mi vida.


Con la nueva estación que en mi país viene acompañada del cambio de hora y las fiestas en honor a la patria (donde buena parte de la chilenidad se pasa largas y ebrias horas frente a asados, empanadas, repostería criolla, kilos de dulce de leche y un larguísimo etcétera), mi rutina de running se ve “desafiada”, “interrumpida” e “invadida” por una plétora de nuevos corredores que no quieren lucir mal en las playas del litoral. Mucho menos frente a los agentes de la migración estacional argentina, que es rubia por naturaleza o por obra y gracia de las tinturas capilares, y encima esbelta como alambre o para colmo de “males”, con un físico como de revista de costosa suscripción. No entiendo qué hay de malo en ir a mostrar una barriga normal y orgullosa a la playa ¿A quién le importa? El quid del asunto es el sol ¿no? O en realidad no sé. Porque a pesar de conocer varios desiertos y playas del mundo, por cuestiones de salud cutánea debo restarme del jolgorio veraniego y sus rayos ultravioleta. De hecho, es probable que me vaya a enfriar los pies caminando por Londres, Moscú o Nueva York. El melanoma que amenaza con asomar su nariz en caso de mostrar mi cuerpo blanco y delgado es enemigo de la playa, así de simple. Pero en cualquier caso tengo mis “tips”. ¿Quiere usted darle forma al cuerpo, al espíritu y al bolsillo con resultados óptimos con miras al mediano y largo plazo? ¿O está simplemente tras la búsqueda del cuerpo perfecto en treinta días entregándose a cuanta dieta milagrosa oferten en televisión (YouTube)? ¿Comprar de forma compulsiva? Hablemos de la transición primavera-verano. Es justo y necesario.


Infusiones matutinas


Quienes vienen siguiendo mi aventura asiática saben que fue en India donde aprendí a comenzar la mañana con una buena tizana caliente. No se trata de engañar al estómago con una concentración alta en ácidos y vitamina C a fin de no comer e ir perdiendo peso a base de ayuno diario. Entonces ¿De qué diantres hablo? Agua hirviendo con jengibre y un limón exprimido reposado durante 10 minutos apenas me bajo de la cama (5 A.M) es el aceite que ayuda a echar andar la maquinaria digestiva y prepararla para mi desayuno, para que éste no entre de lleno a los intestinos y mi cerebro pueda vincularse crítica y espiritualmente con los alimentos. En otoño e invierno: una banana, porridge de coco y pasas, una tostada o matzá con palta o queso sin lactosa y leche de almendras. Ahora la transición: la infusión sigue ahí, yes, pero desaparece el porridge y los dátiles y en cambio cualquier fruta de la estación-no-colorada (las pálidas tienen menos azúcar, lo que ayuda a la piel), leche de almendras, dos vasos de agua y nada más hasta el almuerzo. No por una cuestión de evitar comidas sino porque sencillamente no me da hambre. En lo absoluto. Y desde luego, antes de comer (lo que sea, en cuestión de almuerzos soy omnívoro, eso sí, nada de alcohol) me tomo una infusión a base de menta y limón. Si debo comer en restaurant, llevo mi limón en el bolso. Nota: sufro de ansiedad, por lo que el limón es mi “piedra de toque”, el talismán natural que me ayuda a controlar los sentidos y sentir que el mundo no está conspirando en mi contra ni que los rusos envenenarán mi comida. Asimismo, hago fasting una vez a la semana para equilibrar mi “Dosha”. Agua durante todo un día y nada más. Detox natural y necesario.


SPF o factor solar


Aquí seré conciso y preciso: usar factor solar 30 como mínimo durante los 365 días del año. En verano lo aumento a 50. La transición al verano está repleta de idas y venidas al gimnasio, corridas matutinas, a la hora de almuerzo o por la tarde, como sea, nuestra piel está expuesta a la inclemencia de la reina estrella. Es indispensable cuidar la piel con una capa de protección solar. ¿Seamos serios? Ayuda a evitar el cáncer a la piel. ¿Seamos frívolos? Ayuda a espantar las indeseadas arrugas prematuras.


Running, plank y yoga


Mi parte favorita del día a la que he dedicado múltiples entradas. Y con el cambio de las manecillas del reloj, puedo salir a correr una hora más tarde lo que es absolutamente beneficioso para mí. ¿Por qué? Porque según instrucción del doctor ayurveda que organizó mi dieta en Rishikesh no sujeta a debate ni cuestionamientos, por asuntos de biorritmo, debo esperar cuatro horas entre la última comida y el cambio a la ropa deportiva. Entonces salgo a correr a las 6:30 PM. Antes debo asegurarme de haber ido al menos una vez al baño para asuntos de primera necesidad, y si no ha sido posible, reemplazo el “running” por plank o “plancha” de media hora, 18 minutos (exactos) de abdominales y 30 minutos de yoga tipo Kundalini, todo lo cual redunda positivamente en mi metabolismo. A ver… ¿Cómo hago 30 minutos de plank sin cansarme ni arruinar mis extremidades cuando algunos no aguantan ni 2 minutos? Cuestión para otra entrada, pero solo diré: aparte de la visita periódica al traumatólogo y al quiropráctico, hago 6 sesiones de 5 minutos de plank sobre una mat de yoga. Luego del Running o Plank: una intensa rutina de estiramiento –tengo hiperlaxitud, lo que me facilita la cosas en ese sentido– y después una ducha caliente. Pero el baño “de transición” con miras al verano donde mostraré por lo menos piernas y brazos no es un “me pongo el shampoo, enjuago, seco y listo”, no señor. Entonces vamos al siguiente punto.

Baño


Sé que las instrucciones de las etiquetas indican lo contrario, pero soy un fiel creyente en la exfoliación diaria, especialmente en primavera a fin de preparar la piel para el verano, aunque no me entierre en la arena para disfrutar del sol. Por varios motivos. Primero una tendencia natural a la acumulación de grasa en la forma de acné, lo que me otorga un aspecto más juvenil, sí, pero que dada mi personalidad obsesiva se transforma en el target de los ataques de ansiedad que aparecen y desaparecen en la misma medida que los granos de mi rostro. Eso o arrancarme de un tirón los pelos que la afeitada matutina ignoró. ¿Qué hacer? Exfoliación después del ejercicio. Y porque en segundo lugar, la piel exfoliada queda más “limpia” y “abierta” para recibir cualquier tratamiento que apliquemos de forma posterior, que en mi caso es Vitamina C durante el día y Retinol durante la noche (PD: los más extremos acuden al microneedling. Por edad aún no me doy la vuelta por esos andurriales).


En ciudades como Santiago de Chile o Nueva Delhi, si no se es fumador, se es fumador sí o sí, porque la polución del aire es tan alta que tanto la piel como los pulmones se exponen no solo a radicales libres –que la Vitamina C tópica combate– sino a partículas contaminantes que adoran recostarse en los pequeños surcos de la piel, que con el correr de los años pasan a formar parte del club de las arrugas. Bueno, en la ducha, con la cara exfoliada, me aplico una máscara a base de vitamina A –o Retinol– y sobre los codos expuestos a la tortura de la plank, masajeo con exfoliante barato para rostro, lo mismo el cuello y los pies. Pelo y cuerpo: gel de ducha marca Lush de la línea “it’s raining men”. Puro olor a toffee inglés. Por ninguno de los motivos uso la misma toalla de rostro para el resto del cuerpo y de hecho, la cambio todos los días. ¿Resultados? Cara sin acné, suave, lista para recibir una buena crema hidratante. Codos y pies suaves bañados en el yogurt de leche de almendras Almond Milk Body Yogurt del Body Shop, que junto a 3 rociadas de Happy de Clinique regalan un olor increíblemente veraniego en primavera. “¿Aníbal, qué perfume estás usando?” me preguntan, en la terraza de algún garito de mi barrio. “Nada, yo no uso nada”. Happy y la mezcla con el yogurt corporal regalan segundas notas suaves y apenas perceptibles, pero sumamente agradables al olfato humano. ¿Desodorante? Cualquiera porque mis axilas no producen olor a cebollas, típicamente el neutro más barato que encuentre en la farmacia. Ready to go.


Consumismo transicional


Este apartado merece un artículo completo, desde luego, pero aun sucintamente me urge abordarlo. Como escribí más arriba, el cambio de estación viene a menudo de la mano de los megadescuentos de nuestras marcas de ropa favorita high end que en temporada no podemos costear. Diesel, Calvin Klein, Tommy Jeans, Benetton, CH, Longchamp. Cuestión de sentido común después de todo. Porque es eso o calentar la casa, piso o departamento (en mi cabeza escribo a un público soltero: si tiene hijos, agregar ese gasto). Es el periodo en el que cometemos los más grandes errores y ahí es cuando surge la necesidad absoluta y definitivamente innecesaria de comprar ese sweater de cachemira que no sabíamos que queríamos pero que el slogan “70% off” –en Chile lo escriben todo en inglés– nos invita a querer con todas nuestras fuerzas. ¿Y cuánto uso le vamos a dar? Ninguno porque los días de primavera, gracias al Calentamiento Global, son casi idénticos a los de verano. Con una ilusión idiota y totalmente consumista, compramos proyectándonos hacia el invierno próximo, donde normalmente la ropa de liquidación es la típica “de moda”, es decir, la que diseñan únicamente para la temporada y que será cambiada la próxima, aunque contradiga fondo, ideología y estructura. Si este año fueron las chaquetas con logos feministas, el próximo año serán los sacos harineros corte sastre. ¿Consejo? Echar una repasada a YouTube, ver qué es lo que vendrá durante la época de transición con miras al verano y comprar lo que efectivamente vayamos a utilizar. Ojalá básicos, para que su uso se extienda más allá de este año, el próximo y el que sigue. Cuestión de inteligencia económica, perspectiva fashionista y sustentabilidad. ¿Para qué acumular porquerías? Y otro gran consejo: evitar al máximo la compra de moda de “temporada”, porque efectivamente la más corta es la de transición y si el lunes se creerá muy sofisticada con la nueva campera de primavera Rapsodia de 500 dólares, en dos semanas sabrá que es la bruta más grande del continente cuando la rebajen en un 50%. O peor, un 70% más una entrada doble al cine. Lección: elegir lo que ya hay en el armario y que pueda servir para capear el calor, sentirse a gusto e ir a la moda. Por lo mismo es útil mantener un peso estable durante todo el año, porque las fluctuaciones corporales redundan negativamente en el uso de los objetos del armario. Swaraj. Autocontrol. Mantra.


¿Cuáles son sus consejos y hábitos en esta cortísima época de transición?

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