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  • Writer's pictureAnibal Venegas

La gente psicoseá

El otro día me enteré que el emprendimiento chino cercano a mi casa está cerrado porque simplemente nadie quiere entrar. De una forma extraña y misteriosa la gente “piensa” que las infecciones y achaques virulentos se teletransportan desde Wuhan y van a caer encima del Chopsui de pollo, las copas de camarón y la carne mongoliana. Es inútil explicar el vínculo inexistente entre el dueño del restaurant (de ascendencia asiática, ni idea si china) y la pandemia porque todos corean al unísono “obvio, o sea, qué ignorancia” y sin que se escuche: yo no voy a comer ahí. La verdad es que son tantos los comportamientos irracionales durante estos días de aislamiento voluntario e involuntario que la no-relación entre el sujeto, el verbo y el predicado no debiera causar sorpresa. Hay gente que compra 7 latas en espray de Lysol para el departamento de 20 metros cuadrados, papel higiénico para limpiarle el poto a toda la clientela del Costanera Center, jengibre en cantidades industriales para fabricar poblaciones de casitas relucientes y muy dulces tipo Hansel y Gretel. Todo eso se acumula en pilas arrumbadas en las orillas de las despensas y living-comedores formando conjuntos surtidos de una increíble fealdad.


Entonces resulta que la gente está psicoseada o psicoseá. Esto significa: no estoy pasando por un episodio psicótico, yo estoy piscoseada, o en estilo urbano, psicoseade. ¿Cuál es la diferencia? Al margen de la aclaración que podría venir desde la psiquiatría o la lingüística, el neologismo popular “psicoseado” quiere decir algo así como estar totalmente agobiado por la psicosis (que, para efectos del término, se supone flota en el aire), el miedo, la ansiedad y el cansancio. Todo junto y de una vez. Esto, desde luego, provocado por una cantidad abrumadora de sobreinformación que fluye en un plano 1 y 2 donde nos movemos de acuerdo a las paradojas de Zenón de Elea, es decir, nos quedamos paralizados. Si entre 1 y 2 hay infinitos puntos ¿Nos trasladamos realmente del 1 al 2 o nos entrampamos en el 1.1, 1.2, 1.3 y un inacabable etcétera? Cumplimos con la cuarentena obligatoria, yes, sin embargo, parece que no funciona mucho a fin de satisfacer demandas y planes intelectuales tan discutidos en la primera quincena de marzo como, por ejemplo, leer a Proust, estudiar violín online o aprender Griego Antiguo a través de Coursera. El tiempo se divide entre espiar y juzgar a los vecinos de enfrente, trabajar vía laptop, ver culebrones ochenteros en YouTube o seriales de Netflix y entregarse a la comilona sin medición. Y en el medio de todo, la gente se declara psicoseada.

Psicoseo colectivo

La palabra está en uso desde hace años y a mi entender siempre ha sido de mal gusto. Con eso quiero decir: rasca. Ahora hay gente con doctorado que declara estar tan sobrepasada por las circunstancias coyunturales que se siente inexorablemente “psicoseá”. Para colmo de mis manías y siendo muy honesto, no conozco otro término que abarque mejor el actual estado anímico por el que la mayoría estamos pasando. Porque nos mantenemos dentro de casa, sí, pero forzosamente y a sabiendas de que fuera está el peligro que a uno le tosan en la cara y contagiarse con el dichoso Corona, que dicho sea de paso, cada semana cambia su presentación: si un miércoles no viaja a través del aire, el jueves siguiente se pega a las alas de las moscas. ¿Qué nos hace estar psicoseados? ¿Cuáles son las cosas que nos llenan el “fundamento” de ideas irracionales, miedos y ansiedades profundas que interfieren nuestra cotidianeidad? La lista no es exhaustiva. Una mera aproximación.


El Comité político de expertos

Si desde tiempos inmemoriales ha existido una desconfianza profunda hacia la elite que gobierna y que propone y redacta leyes casi siempre en directa oposición a la voluntad y necesidad populares, después del 18 de octubre la gran masa votante y no votante decidió que dicha elite era absolutamente inservible, definitivamente irrelevante. El país se sumergió en la peor crisis de confianza política y aunque el presidente Sebastián Piñera saliera a dar discursillos con la estructura básica de la oración más o menos intacta e incluso con una cuota mínima, muy mínima de contenido, los números de simpatía hacia su gobierno se iban derechito por el wáter, junto a otros desechos. Tampoco se salvaron las figuras opuestas a la Derecha, incluyendo al urbanísimo Frente Amplio, ese que alguna vez fue descrito como “el Mapu con iPhone”. Según el presidente Sebastián Piñera, había una guerra espantosa donde el enemigo era nada menos que la gente fea de las marchas, esta última definida como Aliens por su señora, la Primera Dama Cecilia Morel. Fue así como la desvalorización de Piñera toco cimas y simas llegando a la peligrosa devaluación. Un rollo de papel confort valía más que su excelencia.

El hombre en acción. Intervención de Photoshop sobre lienzo

Huelga decir que dicha desconfianza no se pasa de un día para otro así nada más, aun cuando el contexto sea Pandemia de escala transatlántica y transpacífica. Alguna gente bruta llegó a especular que el virus era parte de un pérfido y sucio plan ideado desde el oficialismo a fin de eliminar las pretensiones constitucionales y de terminar con las marchas en contra del Gobierno, que se tornaban particularmente violentas los días viernes y los 18 de cada mes. Ni Piñera tiene tanto poder, ni Chile es tan importante ni la maldad tan exuberante por estos andurriales. Entonces por muy buen manejo que tenga el gobierno a la hora de gestionar el plan de salud pública del Estado de Chile, la gente no creerá en lo que haga así de buenas a primeras y, Dios mediante, con suerte se quedarán en sus casas comiendo salchichas y huevos duros. Porque también es verdad que en dicha gestión ha habido desaciertos bastante desagradables, como, por ejemplo, la Seremi de Salud que contagió a medio mundo en Temuco, el Presidente y su infantilismo haciéndose selfies –o selfish– en la Plaza de la Dignidad, o la Senadora Jacqueline Van Rysselberghe. Esta última fue sorprendida sesionando desde su dormitorio en compañía de sus vinos. En palacio se rumorea que le importan más sus vinos que cualquier necesidad del pueblo jejeje.


Con políticos así ¿Quién va a tener confianza? Porque también los hay de izquierda. O sea, rasgan vestiduras con documentos científicos en mano exigiendo cuarentena total desde Arica a Punta Arenas acusando al gobierno (actualmente encarnado por los Ministros de Salud y el de Hacienda) de ineptitud y poca visión de futuro, cuando ellos mismos congregaban a la gente en las plazas con el hashtag #Piñerarenuncia o #Renunciapiñera. Y en pleno marzo. ¿Quién tiene más visión? Porque la miopía abunda. De ahí que la gente no sepa qué creer, entonces, ante la multitud de estudios y opiniones de políticos, comités de expertos y medios de comunicación, no les queda otra más que psicosearse. Es una desgracia que el fallido sistema educacional chileno impida encontrar sinónimos allí donde los debiera haber y bueno, salta el omnipresente y multiuso “psicoseado”. Hay gente que salió hace poco de la educación liberal y conoce de sinónimos, antónimos y adjetivos y los objetos que se corresponden con ellos, pero en poco tiempo olvidarán todo…


El Aseo y la Limpieza

Si hay algo que tiene a la gente absolutamente atribulada es la forma en que se deben limpiar los alimentos, las manos, los abrigos, las pelucas y los zapatos a fin de evitar la intromisión del virus en el organismo. Enfrentados a tanta decisión libre que puede decantar en una fatalidad, alguna gente, especialmente hombres, da manotazos al aire y de vez en cuando le arrean un cachuchazo a la señora en plena cuarentena. Pero como se sabe, por sobre todas las cosas está la sobrevivencia de la especie humana, la violencia contra la mujer es algo menor que se soluciona con un posteo en Redes Sociales y listo. O un cartelito de la Junta de Vecinos donde se invita a hacer denuncias. Pues bueno, se va al supermercado luego de una eterna fila y el destino quiere mezquinarnos el Cif, el Cloro gel, la Clorinda y las toallitas desinfectantes. Qué decir del Lysoform que se ha transformado en el Santo Grial de la pandemia.

Alcohol gel. El mejor amigo de los psicoseados

Las manos deben restregarse con agua y jabón durante al menos veinte segundos, ok, la mascarilla no ha de manipularse y debe ser removida desde las tiras de elástico, nunca tocando la delantera. Anotado. Pero el resto… Una señora en la caja del supermercado declaró: A mí lo que me tiene más psicoseada es el tema de los zapatos porque leí en el guasá que una no debe caminar con ellos por las cerámicas del living, entonces yo me los saco, los baño en alcohol y Lysoform y los dejo en la terraza, el piso lo trapeo con cloro, menos mal que no hay alfombra porque dicen que el virus vive ahí por 400 años, o sea, así lo explicó un doctor súper importante que es asesor del Rey de Europa.


Que el cloro y la danzarina se hayan convertido en los mejores amigos de la mayoría no ha de extrañar, pero la decisión de acaparar todo el papel higiénico que se pueda es algo únicamente entendible desde la lógica del psicoseo. Porque no tiene ningún sentido racional. El otro día la cadena de supermercados Walmart levantó la prohibición de comprar bienes de primera necesidad a destajo, entonces ahora la divisa es vaya y consuma lo que quiera y en las cantidades que quiera (al precio que nosotros queramos). ¿Y qué fue lo primero en llenar las pilguas y bolsas de lona? Confort. Ni servilletas ni toalla absorbente: confort. Es muy probable que gracias a los nuevos regímenes de vitaminas y probióticos las tripas estén funcionando de forma óptima y claro, la gente está yendo más seguido al baño. Entonces tenemos: comités de expertos y políticos en quienes no se cree, productos de limpieza y directrices de higiene que se contradicen unas con otras y que acaban en un fin común: el psicoseo.

El encierro obligatorio

Se supone que medio mundo iba a repasar las obras de Platón y la filmografía de Ingmar Bergman durante la cuarentena. Pero como el asunto no se trata de vacaciones libres, la masa mediocre se aburrió del encierro y las seriales de las que se hablan los viernes con los amigos y el alcohol vía Zoom y ya, bajaron las ganas incontrolables de ir a la playa. Aquí el psicoseo no tiene clase social porque so pretexto de Semana Santa/Pésaj, gente que vive en casas de 600 metros cuadrados con manzarda y donde cabe un helicóptero, salió volando (literalmente) hacia Cachagua y Zapallar, a la mentada segunda vivienda. La primera era tan grande que se podía hasta organizar una kermesse en el jardín establecido repleto de jazmines y flores de azahar, pero la señora de mechas rubias y cartera Longchamp no puede desconocer sus orígenes y sus intereses personales y ahí estaba la voz interna que le susurraba con vehemencia al oído: al litoral. Bueno, los cuicos no hablan de Litoral y acaso sí de Zapallar, al que los más finos llaman Catapilco, a ver si no se nota.


Los pobretones tuvimos que alegrarnos con el confinamiento en departamentos chicos y feos, pero hay gente que simplemente no aguantó un minuto más, cedieron al capricho, agarraron el auto y escaparon de Santiago. Y uno que se pasa tanto rollo para elegir bien cómo administrar el salvoconducto, va esta gente y hace lo que quiere. Pero es injusto achacarles toda la culpa a ellos, si ellos después de todo estaban psicoseados. El encierro los tenía así. ¿Y el resto? Bueno, también lo estábamos pero tenemos miedo de expandir aún más la catástrofe del virus. Que las ideas al supermercado y a la farmacia se hayan transformado en la oportunidad de lucir la ropa nueva que compramos a principios de marzo es en realidad el más ínfimo de los males, tomando en cuenta a las víctimas del COVID19 y en general a quienes no tienen dónde ir. Pero no es posible tapar el sol con un dedo y entonces, zaz, ahí estamos, sentados en el la poltrona capitoné de Ripley o Valdés, da lo mismo, nos une una unívoca y absolutamente democrática realidad: estamos psicoseados.

Psicoseado de libro

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