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  • Writer's pictureAnibal Venegas

Lo mejor y lo peor de 2020

2020 fue un año de sonrisas y lágrimas. Pero no en el sentido “dulce y agraz” como indica el lugar común: las risas en realidad fueron de histeria. O porque a alguien se le olvidó que estaba frente a la cámara y durante alguna reunión virtual eructó, se tiró un peo o se escarbó la nariz esperando extraer moco petrificado. Abril y mayo fueron tan Zoom, tan suplementos alimenticios, tan ring-light y polvos traslúcidos. Quienes estuvimos de cumpleaños en mayo casi pasamos desapercibidos y en junio, luego de casi cuatro meses de confinamiento, ya no había planes culturales: nadie hacía visitas online por el MoMa o recorría la pinacoteca del Hermitage en el Arca Rusa –liberada en YouTube– para acto seguido discutirla furiosamente desde la crítica marxista. Mejor eran los cahuines de Jeffree Star y Nikkie Tutorials. En julio ya estábamos arrancándonos los pelos de las axilas con los dedos de una mano y en agosto, cuando nos empezaron a liberar, chocábamos contra los postes del alumbrado público. Al principio odiábamos las mascarillas y ahora presumimos de la que tienen impresa a la infaltable Frida Kahlo y que encima brilla en las tinieblas.


Es difícil pensar en una lista de lo mejor y lo peor de un año que muchos vamos a querer borrar de la historia vivida. El poder de la negación es increíble. Por ejemplo, el próximo, si la gestión de la vacuna es exitosa y los confinamientos ya pasan a formar parte de un pérfido pasado, yo repetiré mi cumpleaños. ¿El de este 2020? Absolutamente irrelevante y carente de sentido. Ni siquiera me regalaron una torta. Y cuando por fin se abrieron los traslados humanos entre regiones apenas sí alcancé a estar día y medio en mi ciudad natal porque nuevamente ésta volvía al confinamiento y tuve que viajar de regreso a Santiago pagando un híper-mega caro billete aéreo donde no se podía comer absolutamente nada a través de la N95, que, dicho sea de paso, ya es parte del léxico común, junto a PCR, tos seca y shortness of breath. Entonces ¿Qué? ¿Nada rescatable? ¿Qué fue lo bueno y lo malo? Creo que no es necesario repetir la desgracia de la pandemia y los contagios. La lista va de lo “más o menos bueno” a lo “más o menos malo”. No hay salida.


Estoy sano y vivo igual que mi familia y amigos.


Lo bueno: El Rechazo

¿Debiera decir “el apruebo”? No, porque eso era lo justo y la opción por la que yo mismo voté, junto a Convención Constituyente. Entre medio de las campañas ad portas del plebiscito, había gente descerebrada que no entendía que una Carta Magna emana, a nivel estrictamente teórico, de la tradición del Contrato Social que se basa en la idea (Oops) hipotética de un grupo de gente desprovista de todo aditamento y accesorio cultural a fin de establecer el mejor y más justo arreglo político para beneficio del colectivo. Huelga decir que una Constitución concebida en una Dictadura carece de toda legitimidad y justicia, representa a los tiranos que la escribieron y punto. Entonces tuvimos que oír: qué resentidos, no hace falta cambiar la Constitución si se quieren hacer buenas leyes simplemente se hacen dichas leyes y punto y el chileno es obtuso y el chileno es resentido social y el chileno quiere todo gratis y el chileno no trabaja y el comunismo se ha tomado Chile y Chile es el país más bonito del mundo con esa maravillosa bandera que flamea como flamean únicamente las banderas puestas de cara al viento con una maravillosa Cordillera de los Andes detrás. Fin.


El Rechazo fue bueno porque nos dio la oportunidad de sonreír, al menos por un ratito. Hordas de gente fea amontonadas en el pick-up de enormes y monstruosas camionetas 4x4, a veces 4x2 pero da igual, lo importante es cómo luce, ocupando las calles de Las Condes y Providencia y en procesión, escupiendo consignas marianas a favor del orden establecido. Varios demostraban el profundo cariño que tenían por la administración Trump e incluso fabricaron banderas para exhibir cuánto solidarizaban ellos y ellas con la postura políticamente incorrecta del presidente republicano que, si los viera aún en la distancia, jamás de los jamases les permitiría mear dentro de su torre de la Quinta Avenida. No se trata de las contradicciones del capitalismo, sino de gente bruta. Así de simple.

Las viejas que andaban caminando (con y sin mascarilla) en las dichosas caravanas del Rechazo no entendían porqué había tanta necesidad comunista de liberar rabias y cansancios añejos cuando el general Pinochet entregó un país reluciente y que ahora por culpa de un grupo de depravados estaba a punto de irse a las reverendas. Era un auténtico espectáculo ver a señoras y sus respectivos maridos demostrar cuánto querían al Carabinero, al presidente de la República, el bordado en osnaburgo, los pañitos a crochet, la vida del que está por nacer, en fin, todo ese caudal cultural y axiológico que estaba en peligro por culpa del Apruebo. El viento nos devolvía un tufillo penca, mezcla de Colonia Inglesa, desodorante en barra, talco, Toque de Amor y a veces Chanel 5. Porque las manifestaciones a favor del Rechazo era un divertido muestrario de animales tipo Circo Alondra donde ninguna señora aleonada de Vitacura quería aparecer, qué horror, para eso están las güiñas de Maipú o la Florida que quieren pagar la educación de sus niños (“los hijos”) con la misma tarjeta con la que costearon las cerámicas del living.


Nos regalaron un show gratis para desternillarnos de la risa ¿Cómo no encontrar buena a esa gente? En lo suyo tienen PhD.


Lo malo: El Presidente

Algo raro martillea de forma constante en la cabecita del que se supone venía a hacer gobierno de transición para entregarle el relevo a otro facho RN, a lo mejor de la UDI y quizá hasta Evópoli, siempre que estos últimos, por supuesto, la cortaran con la cochambre del matrimonio igualitario y ese empecinamiento de renegar de la agenda valórica Jaime Guzmán. Pero el Presidente no tenía en su horizonte de éxitos económicos (personales) constantes a una tropa de chilenas y chilenos, fíjate tú, hartados de que les metieran el dedo en la boca. Al dignatario o mandatario o como quiera que se le diga le temblaba la voz, salía a hacer declaraciones cantinfleadas con la boca salivosa donde su expertise en decir NADA brillaba como las luces navideñas que cuelgan de los árboles de la calle Pedro de Valdivia. En 2019 hasta le declaró la guerra a la gente ¡A los rotos! Encima tuvo la tupé de enorgullecerse por la “marcha más grande” que, ejem, era en su contra. Las tapias urbanas declaran: Piñera bastardo, Piñera cretino, Piñera el baboso, Piñera HDP, Piñera ándate para la casa. Piñera, camina de aquí loco.

2020. Llega la pandemia y entonces una oportunidad para hacer algo de lo cual presumir cuando alguien pregunta, ojalá con un papelito escrito como el de los 33. Pero el hombre no nació luciérnaga sino chicharra y muere cantando.


Entonces empezaron a fallar los cálculos de su médico de cabecera, Malonich, y resulta que el virus no se comportó debidamente, o sea, como la gente buena, trabajadora y hacendosa de Santa María de Manquehue. Por lo mismo, a posteriori de obligar a la población al confinamiento, pero sin ninguna garantía económica jejeje, el Capo va y se hace una selfie de espaldas al General Baquedano. Lo pillan comprando sigilosamente sus vinos. Asiste con toda la parentela a un funeral. Y, por si fuera poco, camina por Cachagua sin mascarilla al tiempo que se anuncian segundas olas y amenazas de nuevas cuarentenas y confinamientos. ¡Qué le importa eso a él! Él está acostumbrado a tasar, medir, cuantificar y multiplicar. La desvaloración del presidente (ahora con “p”) llegó tan lejos que se está acercando peligrosamente a la devaluación. ¿Y su señora? ¿La que decía que estábamos rodeados de aliens? ¿Dónde está? Porque de pasar a hablar de las vidas de los pobres ancianitos y sobre cómo mantenerse delgada con la asistencia de la gimnasia y, por supuesto, las recetas de cocina extranjeras que a la vez contemplan las proporciones de la figura humana, la señora se esfumó. A Dávalos, en su papel de “Primer Damo”, le dieron como tambor de circo…


No hay nada que haya hecho el pueblo de Chile para merecer un presidente tan malo. Ineficiente, atolondrado, poco fino, sinvergüenza, penca. ¿La eterna flojera que se le endilga al “roto” criollo? Esa que le impidió ir a las urnas y votar por… ¿Guillier? Sí, claro, la culpa es de nosotros. Que termine rapidito la pega no más y se haga cargo de la embarrada que dejó. Los memes estuvieron impresionantes.


Lo bueno: El 10%

“El pobre es pobre porque no trabaja” ha sido la cantaleta histórica del conservadurismo que en realidad no cree en dicha frase porque no le interesan los pobres, y la de la pequeña burguesía, porque piensa que a ella le caen directamente del sudor de la frente y nada más que de eso las riquezas para adornar una casa ENTERA, incluyendo el almacén del primer piso. Todo, más el auto y las mensualidades del colegio particular subvencionado, a puro ñeque, esfuerzo, deuda, en suma, la dichosa meritocracia.

La meritocracia se fue por el excusado apenas hizo entrada la pandemia y entonces ¡zaz! gente que toda una vida fue solvente para adquirir paquetes de turismo en Buzios (a plazos) y queso mantecoso para la hora del té, al cabo de unos meses no tenían un céntimo. No había mérito ni esfuerzo que valieran si la obligación de quedarse encerrado significaba perder ingresos ya sea como dueño o como operario, da lo mismo, en cuarentena sólo pueden funcionar los emprendedores esenciales. Las canastas familiares no fueron útiles. Tampoco los bonos que, dicho sea de paso, no se sabe a quiénes llegaron.


Entonces a alguien se le ocurrió sacar el 10% de las platas ahorradas en la AFP para la previsión. A mi entender una pésima idea: nuevamente el gobierno le hace el quite a promover un Estado de Bienestar y le endilga a la gente la responsabilidad de “cubrirse” por un tiempo. “Pero no se vayan a gastar la plata en un plasma” recomendó la ministra, tan floja, tan tonta, tan ridícula ¿No son ella y sus aliados defensores acérrimos del libre mercado? ¿No les correspondía a ellos invitar a gastar hasta el último peso para “estimular la economía”? Y en cualquier caso ¿Qué tiene que salir a opinar ella? Lo cierto es que el 10% fue un pequeño triunfo para el pueblo y un GRAN triunfo para las odiadas AFPs: las AFPs también retiraron el suyo e hicieron caja. Toma. Los que ganan más y no necesitaban nada lo sacaron igualmente y lo pusieron en un fondo que rentara todavía más o en la forma de acciones para ganar todavía más. Como la estrofa de una canción. Y así todos contentos. Para el segundo retiro, eso sí, al Mandatario se le ocurrió presentar su propio proyecto, no vaya a aparecer otra Jiles a robarle protagonismo...


Lo malo: la élite política

En filosofía me enseñaron que se dice élite política, porque eso es, una élite. Los medios se empecinan en llamarla “clase política”, pero bueno, si tienen analistas como Raquel Argandoña ventilando sus porquerías familiares, se entiende el error. Élite o Clase, lo cierto es que ha quedado al descubierto lo chantas que son y cómo se agarran de lo primero que encuentran para salir a figurar y hacer el ridículo. Saludos a Venezuela, carreras en plena cámara usando plumas de boîte, señores de RN metidos en cohecho y un eterno etcétera. Hasta Jadue se pegó un trote arrancando de manifestantes. Chile no los quiere. Entonces ¿Qué? ¿Nos quedamos sin legislativo? No, pero tal vez, y a propósito del 18 de Octubre, simplemente estamos hasta las narices de toda esa gente cuyos apellidos, colegios y universidades se han repetido y reciclado desde el inicio de la República. Y los que no, se compran una casita reluciente en el barrio de los pitucos, cómo les gusta jugar al arrimado. Más ojo para las próximas elecciones.

Lo bueno: Las Mujeres de Chile

¡Ay! Si es que no se puede terminar el año con tanta amargura. La élite política es patética, sí, los ministros unos filibusteros, por supuesto, el Presidente un payaso, sí y de los malos, la economía un desastre, que no quepan dudas. Pero ahí estaban las señoras picando y sofriendo ingredientes en una gran cacerola para dar de comer al que fuera en los diversos barrios de Chile. No necesitaron ni inciso, ni proyecto de ley, ni recursos de amparo, ni el protagonismo rasca que buscan ciertos honorables: únicamente la vieja y conocida intuición. “A lo mejor si cocinamos algo la gente podrá comer”. Ese GRAN razonamiento motivó a emprendedores que se pusieron con los tallarines, la sabrosalsa, el ajo, la carne molida, el personal ya estaba listo y dispuesto. Y con las mismas necesidades que los demás. Qué grandes.


Históricamente las mujeres son las que han iniciado los procesos más interesantes en el Chile contemporáneo. ¿Quiénes fueron las primeras en salir cartelito en mano buscando a sus familiares víctimas de la Dictadura arriesgando la propia vida? ¿Quiénes se agruparon en furiosas reyertas para reclamar por TODO el mundo, incluida la población LGBTQ2+, pueblos originarios, personas con discapacidad? ¿Quiénes son las que en Pandemia tienen que sacar de dónde no hay para alimentar no solo a la familia, sino a los amigos, vecinos y al que quiera acercarse a una olla común con el puchero en la mano? Respuesta: las mujeres. Entonces deben oír: ustedes son unas feminazis. Eso, de la boca de un tarado sin bibliografía al que hay que rasparle hasta la caca de los calzoncillos, no sabe cómo funciona una lavadora, ni como transferir para la pensión alimenticia. Ni siquiera es capaz de hacerse un huevo revuelto.


Las mujeres de Chile nos hacen pensar que no todo está mal y que la solidaridad, la empatía y, sobre todo, el pensamiento crítico, no están perdidos en la marea de consumismo e ideales egoístas que nos llegan por entregas a través de todos los medios.


Lo malo: El Toque De Queda.

Que alguien explique cómo el virus se vuelve tan selectivo que, a pesar de haber supuestamente pasado “la primera ola”, es inofensivo en horario Mall pero a partir de la medianoche desata a la bestia que lleva dentro…




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