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  • Writer's pictureAnibal Venegas

Tipos Machistas y tipos de Machistas. Parte II

Marzo aún no termina, por lo tanto, seguimos en el mes de la mujer. No se trata de festejar “lo femenino” como explica la engañosa publicidad de desodorantes ambientales, o el de los líquidos para fregar ollas y sartenes donde una modelo holandesa –en una estupenda cocina llena de luz, que se supone representa un hogar chileno común y corriente– acaricia los fogones con solución antigrasa para acto seguido largarse a organizar platos en la credencia, donde ya la espera la prole rubia y bien comportada. El mes de la mujer sirve para recordar la enorme deuda histórica que existe con las mujeres: el patriarcado las ha sometido durante siglos, negándoles no solo derechos civiles y políticos sino también derechos económicos, sociales y culturales. “El papel aguanta todo”: más allá de lo que indique el imperio de la Ley, son los señores adalides del machismo los encargados de mover los hilos, lo hacen con trucos finos o con la vehemencia que les permite saber que de una u otra forma podrán salirse con la suya.


En la primera entrega de esta lista nos centramos en cuatro superestructuras del machista: el Macho Machista, el Machista Zorrón, el Machista Intelectual y el Machista Gay. Pero dentro de cada una de esas narrativas serpentean en la jungla urbana subgrupos cuyos intereses chocan o se cruzan entre sí y entonces, claro, nos encontramos con Machos Machistas en industrias creativas y Machistas Intelectuales encabezando movimientos antiglobalización que, en teoría, acogen en su seno asuntos de carácter feminista –incluso LGBTQ2+– con la esperanza de que rindan frutos, para ellos. Gracias, nos hemos servido de tu presencia mujer, ahora por favor de cuclillas que de una patada te voy a mandar derechito a los fogones de la cocina ¿A no ser que nos tomemos una copita de vino y de ahí a la pieza, qué va, detrás de los yuyos? Nos encontramos ahora con nuevas subcategorías: el Machista Gerente, el Machista Profesor, el Machista Dependiente o Vendedor y el Machista Cero Aporte. ¿Qué decir de tan dulces y encomiables personalidades, de maneras tan profundas de contemplar la vida? ¿Vamos a reír un poco?


Tipo A: El Machista Gerente

Vinculado estrechamente al Macho Machista. Se cree dueño del mundo, así se lo hizo saber desde niño la santa madre que creyó haber parido al “Delfín”, así se lo hizo creer el ebrio padre, la inocente abuela, los amigos, el obeso profesor de educación física. Ser gerente implica comprometerse espiritualmente con el llamado don de mando, ese con el que simplemente se nace, está en el ácido desoxirribonucleico. Unos vienen al mundo con hidrocefalia o fibrosis quística, otros con el látigo en la punta del dedo índice. Les fascina el poder. Quizá por lo mismo, varias compañías internacionales han establecido la convivencia de múltiples gerentes en cubículos pegados uno al lado del otro, que, aunque no gerencien absolutamente nada, se sienten en una dimensión metafísica en tanto ya sobrepasaron a sus papis, los antiguos funcionarios o en casos de asenso profesional astronómico, operarios. La multinacional, asesorada por un departamento de Recursos Humanos gringo, el mismo que manda a los cajeros a llenarse de pintura durante un fin de semana a fin de estrechar lazos con los enemigos de la oficina, pero amigos en la guerra de lanzarse mierda, ve con buenos ojos la existencia de tanto gerente falso. En la vida de antes eran contadores, administrativos, ejecutivos de cuenta, expertos en timbres y membretes: ahora son gerentes. Algo que otros no podrán decir de sí mismos allá arriba, el día en que San Pedro haga la última gran entrevista laboral. La cirrosis o el cáncer al hígado se ven compensados por dicha gerencia. Amén.

Central de operaciones de los machistas gerentes falsos

Sentados de cara a su regio escritorio de melamina y al computador donde a veces se almacena gran cantidad de material pornográfico, saben que han llegado lejos, más lejos incluso que los límites de la ciudad. Encogen y estiran los dedos de los pies terminados en gruesas y verdes uñas, los zapatones mágicos de las 24 horas fueron una inversión inteligente. Bueno, no tanto como la del Gerente de verdad, porque esta vez, como siempre, opera la separación según rango de clases. La actitud, empero, se mantiene incólume. Porque por mucho Ferragamo y traje a la medida de la sastrería Cubillos o camisas almidonadas y de mancuernas italianas, tanto el Gerente general como el gerente de veinte pisos más abajo contemplan a la mujer como un simple objeto decorativo, a veces bonito, casi siempre molesto. También hay gerentas que están ahí por mérito, pero esas aburren con su mala cara y tanto PhD, ellos no necesitaron ninguna escuela de postgrados para llegar a donde están. Por un lado, el Gerente de clase alta…

Un machista Gerente típico

… Por un lado el gerente de clase alta y su majestuosa oficina con vista panorámica al Club de Golf, de donde es socio porque su padre también lo fue y asimismo el abuelo, no tuvo que someterse a la humillante práctica de la postulación donde cuelgan la foto del clan familiar del aspirante para que los otros socios (hombres) escriban groserías vinculadas a orígenes de dudosa índole. Pero al compartir la mono-neurona con los falsos gerentes, se comportan de igual manera, solo que con sutileza y con una vida personal que implica subirse a un Lexus o a un Jaguar, jamás a la Tucson, Sportage 4x2 o Great Wall del mediopelo. En la oficina, ese concepto espiritual donde en realidad no pasaban tantas historias divertidas como se percata la empleada de la casa que tiene al viejo metido ahí masticando pan encima del teclado en el “tele trabajo”, el Gerente es Luis XIV.


Durante el día no se sabe muy bien qué hace, sus actividades multimillonarias están reservadas para la junta, a cada quien lo suyo. Almuerza, por supuesto, en Isidora, en el Baco, o en el restaurant que está al lado del hotelucho donde usa a la mujer de las de divertirse. En casa lo espera una rubia mujer, su mujer, ansiosa porque el restaurant (la comuna está en paso 3 en esta historia) lo cierran a las 23:00 y ya son las 20:30. De bluyines y cartera Goyard, pasada a Mademoiselle Chanel, como corresponde. Pero de pronto el Gerente dice no, no vamos a ninguna parte, “Silvita [la nana], ármate el aperitivo en la terraza, estoy cansado”, ordena el Machista Gerente en su tono imperial camino a las afueras donde se oyen los aspersores de agua y los filtros de la inmensa piscina, que nadie usa.


El esplendor de la casa mediterránea no satisface a la rubia quien, no obstante mandonear a la nana y al jardinero todo el día, quien a pesar de estar delgada gracias a la dieta y al pilates y a pesar de no perderse, por dios santo, ninguna reunión de apoderados, se pone de mal humor y hasta se le escapa una lagrimita que sin dudas compromete la integridad del maquillaje. Pero con la guata abultada de su caja fuerte (el marido) es imposible no esbozar una sonrisa y mantenerse malhumorada. El intercambio verbal no es de gran profundidad o quizá lo es, la mujer parece que estuvo toda la santa tarde instruyéndose en libros Taschen, cuando perfectamente podría haberse regodeado con las teleseries coreanas de Netflix, que ella incluso ya no ve dobladas. Pero el Gerente está más concentrado en su Whisky y el caviar beluga de sus papas cocidas, y dice que la próxima semana no va a estar ahí. Veinte minutos de ver cómo el Gerente llega a un estado etílico impresionante, ay no te vayan a ver los niños, Horacio. Y qué te importa a vos mierda. El rostro de la rubia exhibe una horrible marca roja que deberá someterse a toneladas de ingredientes activos. La borrachera se pasará en el Spa del dormitorio con walk-in-closet, de manera que tampoco habrá escapatoria para los planes que el viejo cochino tiene en la cabeza. Estoy caliente por la cresta. ¡Qué felicidad! ¡No hay límites! Los niños, pegados al celular, se desentienden de las cuitas paternas. Inútilmente la rubia intenta golpear la puerta de su hija delgada y también rubia: a ella nadie la saca de su ascenso en el intrincado mundo Tik Tok ¿Por qué le gustará joder tanto a esta weona? El hijo mayor se solaza extorsionando a la polola diciendo que si no le manda más fotos desnuda, él hará todo público. El otro está enterrado en Super Mario. El falso Machista gerente de clase media por otro lado…


… El falso Machista gerente por otro lado, no es que viva en una choza. Se trata de una casa bonita, igual a las de la Dehesa donde vive el real, único y auténtico Gerente (en realidad es Santa María de Maquehue) en versión compacta. Neoclásica también, con capiteles jónico, dórico y corintio, repleta de cariátides de yeso, pero en Colina. Allí también hay material para ser feliz ¿Qué sentido tiene agarrar el auto y fondearse en un restaurant, que en todo caso tampoco puede permitirse? La plata se hace agua en la colegiatura de los niños, la piscina de 3x4, la cuota del quincho, las recientes vigas a la vista, y desde luego, en la exigente sucursal. En esta casa no hay mujer rubia delgada, sino mujer rubia algo regordeta porque en esta casa son todos fanáticos del pan, del arroz y de los tallarines. También de los asados, las sendas jabas de cerveza y los vinos.


La mujer, profesora o ama de casa o ambas, ya tiene todo el picoteo listo porque hoy es nada menos que su propio cumpleaños, sí, también tiene uno, y al que por pandemia toca celebrar únicamente con su “esposo” y los “hijos” (hay una hija, pero el vocabulario inclusivo no llegó a estos andurriales). El falso gerente olvidó recoger la torta, pero la mujer es precavida: hace su aparición el pastel de mazapán y su correspondiente bandeja plástica negra, lo que indica que fue comprado en el supermercado. Detalles.


Fuera, en la minúscula terraza, ya hay dispuestas copas que por supuesto tienen la servilleta dentro formando un horrible abanico, los individuales Casa e Ideas montados encima del hule, las velas Glade, los tapaditos de huevo duro y mortadela lisa, la incomible tartaleta. Los niños visten ridículos gorritos de cartón. El marido, que durante una hora habla de sus increíbles pero verdaderas historias de la oficina en estado de pandemia (en tanto su puesto es menor, a él lo mandan de vez en cuando para allá) se emborracha prematuramente. Los hijos quieren seguir enterrados en el teléfono, pero en sus habitaciones. La mujer ayuda al falso gerente a subir la escalera, el desgraciado no me dijo ni feliz cumpleaños, se queja para sí misma la mujer. Pero ahí va a tener su regalo. El falso gerente apenas si puede cruzar la habitación, sin embargo, ya está en posición de salida, tira a la mujer sobre la cama como si fuera un quintal de harina, “feliz cumpleaños mijita”. El gerentito siente gran placer y grita y grita, se escucha hasta en la minúscula habitación de servicio, donde la nana tiene todo apagado a fin de oír hasta el último detalle. La mujer del falso gerente se deja amar porque esa es su misión ¿No? ¿O acaso se ha venido a esta vida a cumplir otro rol que no sea ese? Cinco minutos después el hombre ronca como locomotora. La mujer mira a su hombre: y pensar que yo podría estar viviendo sola… La reflexión, empero, se ve truncada por efecto del Ravotril. Feliz cumpleaños baby.


Tipo B: El Machista Profesor

Habiendo estudiado pedagogía por descarte y porque, además, en tanto primogénito de profesor, pudo acogerse a la Beca Hijos de Profesionales de la Educación, no fue capaz de orientar sus esfuerzos intelectuales hacia la medicina que sí lo hubiera convertido en el multimillonario que siempre soñó ser. En cambio, tiene que impartir lecciones de Historia y Ciencias Sociales a una tropa de descerebrados en un Liceo Polivalente, donde asisten quienes anhelan transformarse en obreros calificados o futuros ingenieros en hotelería y turismo. En el peor de los casos sienten el llamado de Dios y se enchufan en la Universidad Adventista. Este tipo de Machista tiene encontrones con los profesores de vocación, a quienes evita como sea. Por ejemplo, él no está ni ahí con la dichosa deuda histórica, con el feminismo, con Lastesis. En cambio, se declara abiertamente de derecha, o quizá demócrata cristiano, recio, duro como un roble, lo único que descompensa los humores es cuando pierde su equipo de fútbol, que de la forma cómo lo describe, da la impresión que tiene acciones y bonos invertidos en el plantel

El querido Machista Profesor

En clases, el Machista Profesor da rienda suelta a la enseñanza de los héroes de Chile que sin duda hicieron que el país se elevara como el más importante de todos los países, con la bandera más top y el himno nacional más top y la Miss Universo más top. Es una auténtica desgracia que los estudiantes más adelantados del curso sean un gay y una mujer, de otro modo haría alguna cosa en contra de la práctica del bullying que tiene convertida en un infierno la vida del parcito. Pero ¿Qué puede hacer él? ¿Y qué tiene que andar desafiando sus conocimientos la mocosa esa, que ahora último le da por enchufarse una bufanda verde o morada, según haya o no alerta feminista? Del maricón ni hablar, qué saca con levantar tanto la mano si “a las finales” terminará peinando viejas en el Apumanque. Al Machista Profesor le gustan los cabros, los longhi, esos que andan con el pantalón brillante y pasados a poto y que probablemente terminen liderando una vida costeada a punta de fechorías. La futura pobreza de los “cabros” compensa al Machista Profesor de no tener algo de qué hablar cuando alguien le pregunta. Se asume, así nada más, que en tanto docente, pertenece al grupo de la clase media-baja, que en su caso se denomina “facho pobre”. Él no abandonará su militancia en el partido solo porque las profesoras feas y resentidas –en mejor posición económica que él– se lo critiquen duramente en la sala de profesores.


Al Machista Profesor le gusta espiar a sus alumnas. Fuera de eso no hay mucho que decir respecto a su presencia en el aula. No enseña gran cosa porque los contenidos fueron aprendidos hace taaaanto tiempo que desconoce hasta los sinónimos y antónimos, contrario a los alumnos estrella que encima escriben poesía y participan de una orquesta. Mayor razón para odiarlos. En cambio, inunda de preguntas sobre la conquista a una tal Felipe o a un Joaquín, aunque rápidamente cambia el tono y entonces hacen aparición las bromas cochinas y sexistas, jajaja, hay que ponerle picardía a las clases. Una vez fuera, convencido que ha hecho un trabajo de lujo (no lo echarán porque eso es muy costoso para el Estado, confía el Machista Profesor), se sube al Yaris de segunda mano y va a casa, donde vive con la suegra, su mujer y los cinco críos de ella, que también son suyos.


No alcanza el dinero para actividades perniciosas, ni para piscina, ni para scotch, ni para nada que no sea pagar las cuentas básicas. Su única diversión es la pichanga, el Tejo o Rayuela corta, pero eso también debió verse abandonado tempranamente. Una vez en casa es tratado como la última mierda. ¿Hasta cuándo vai a manchar los calzoncillos con caca? Le espeta la mujer. Y mira los zapatos sucios que andas trayendo, y esos pantalones sucios también, y qué decir de la chaqueta de carpincho y las mangas del sweater que brillan únicamente por su ausencia, desde luego es asquerosa la pinta que tienes, daña mi vista. Tanto duro tratamiento para que le den “la pasada” y a regañadientes, porque la mujer tiene cefalea. Toda esa carga es traspasada al día siguiente al aula, en la forma de la vida y obra de Arturo Prat, o su héroe resentido favorito, Bernardo O’Higgins. El ciclo se repetirá hasta la jubilación, cuando pase del profe choro al carcamal hijo de puta, porque una vez en el mundo laboral, los futuros profesionales del mañana descubren que a lo mejor hubiera sido útil aprender historia en lugar de tanta palabrota para ofender a las mujeres…


Tipo C: El Machista Dependiente

“No, no me queda de eso” responde con un respingo el Machista Dependiente (sub grupo del Machista Gay), o Machista Vendedor, a la clienta que él asume de clase baja, contrario a él, que si bien también es de clase baja, no se siente como tal. Odia particularmente a las mujeres, a las morenas, a las chicas, a las que usan cartera Secret by Saxoline o peor, Sei Carteras Italianas. Porque a una respetable boutique de Casa Costanera una debe entrar impecable, bien peinada, vestida y planchada. Su mayor orgullo es cuando hace aparición una clienta de las de verdad, montada en poderosas botas de cuero, bronceado adquirido gracias al Permiso de Vacaciones, la correspondiente Louis Vuitton, y ésta llega, lo saluda por su nombre y grita órdenes. “Raúl, cómo estás, ¿Supongo que guardaste la chaqueta que te pedí?”. Raúl se desentiende de lo que está haciendo y se pone de pie como si lo hubiera picado la temible araña de rincón, aquí está Adelita, la tengo guardadita, calentita para ti. ¿Algo más Adelita? ¿Cómo están los niños? ¿Qué tal las vacaciones en Cachagua? Pregunta a voz en cuello, para que se note que él sí sabe de ambientes finos.

Se desentiende del mundo cuando abraza un abrigo de pura lana

El odio a las mujeres de este machista viene dado por una extraña mezcla de resentimiento y envidia. La mamá nunca cedió a sus caprichos de enchufarle ese bendito gorro lleno de agujeros para desteñir las mechas negras, lo que sin duda hubiera contribuido a la elegancia de la mami. Porque siempre soñó con una mamá rubia, escandinava, como de la revista Cosas. ¿Y qué tuvo en cambio? Una mamá gorda, de pelo corto (desflecado) y con olor a cazuela de osobuco. El papá se ganó el odio tempranamente gracias a las azotainas, angustiado por tanta “mariconada” del único hijo hombre del clan y su empecinamiento en usar plasticina para fabricarse sendas uñas postizas. Como se desprende de esto, fue criado por un Macho Machista, o sea, por la madre. Entonces fue abandonado a su suerte. En la escuela y en el Instituto Profesional fue adoptado por amigas, que fue imposible mantener en el tiempo gracias a la antigua y conocida práctica del cahuín. Si a él no lo mira nadie, tampoco deben verlas a ellas, porque él es más fino y rebuscado, él se sabe de memoria la biografía de mujeres de VERDAD, como la Lynn Wyatt, Paloma San Basilio y Nana Mouskouri (que le saca lágrimas). Entonces quedan los otros amigos iguales a él, puros envidiosos. Vivirá en una pocilga, sí, pero nadie puede afirmar que tiene mal gusto. Hasta la escalera de terciado está tallada, “encomendada”, asimismo los rieles de las cortinas de brocado, y qué decir del canil para sus dos perras, la Matilde y la Cayetana, esta última bautizada en honor a la difunta duquesa.


Como la referencia femenina viene dada por tanta fantasía noble, es imposible que el Machista Dependiente pueda reconocer algún valor en las mujeres comunes y corrientes. Su alma sufre con tanta fealdad. Por eso las trata pésimo, por lo mismo no se interesa en ellas cuando osan poner un pie sobre la moqueta impoluta de su boutique donde él mismo no podría costear nada, pero donde igualmente compra. La belleza y desparpajo de las jóvenes feministas y adolescentes no binarios lo llenan de resentimiento, por lo tanto, maltratar clientas que él asume pobre compensa toda una vida de privaciones y de estar a los 49 años encadenado a su espléndido armario de colección.


Tipo D: El Machista Cero Aporte

Este subtipo, que atraviesa a casi todos los anteriores, es fácil de identificar al interior de oficinas, detrás de un volante –es el típico chofer Uber “simpático” que ofrece alcohol gel al tiempo que escucha "Agricultura"– y por supuesto en Redes Sociales. Es el Machista que opina que no existe esa cosa llamada “violencia contra la mujer”, lo que hay es violencia y punto. Toda violencia es mala ¿Por qué los golpes propinados a una mujer deben ir en una categoría aparte? Las vidas importan a nivel global, todos los golpes duelen, todas las formas de discriminación son perversas y malignas. De ahí la burla al activista de causas que él rechaza a priori, fue el fundador del concepto “feminazi”. O sea, para él el cáncer en general es malo, por tanto, el de páncreas o el cáncer al pulmón no debieran tener ni prioridad ni un especial tratamiento. Reniega de todo tipo de discriminaciones. Como le gusta repetir eso al pedazo de animal.

Los Machistas Cero Aporte quieren la vida light y despreocupada

Alguien argumenta: oye, pero mira las cifras, las mujeres son víctimas en círculos de violencia física, material, laboral y estética. Es un problema antropológico y sociológico, incluso del ámbito de la criminología, de la salud pública. "¿Por qué?" Pregunta al aire el Machista Cero Aporte. Entonces sale con su bendita frase: mira, yo lo quiero pasar bien, tú y yo opinamos distinto, vale, pero eso no significa que vayamos a echar a perder nuestra amistad ¿nocierto? Esta falta de iniciativa crítica y compromiso con las neuronas que Dios le dio impide que llegue a un análisis exhaustivo de lo que lo rodea, de ahí que su mundo sea en realidad un pequeño mundo. Un mundo donde la felicidad también es limitada y se halla en la adquisición de una parka The North Face junto a la polola, a quien conduce por los pasillos del mall DE LA MANO, pues juntos elegirán el abrigo del mañana. En tiempos pre-pandémicos era posible ver a esta gente entrando a las salas de cine cargados de bolsas, porque un acontecimiento tan magnánimo ha de celebrarse con una buena película que se entiende a medias, porque los subtítulos pasan muy rápido y él sufre de analfabetismo funcional. No entiende lo que lee. Eso no impide que sea ingeniero (casi siempre lo es, incluso cuando es Uber y se lo comunica a los pasajeros, no vayan a creer éstos que eso es su norte en la vida), quizá falso gerente o bien encargado de suministros. Ni siquiera vota. Ni siquiera es particularmente feo. Es total y absolutamente irrelevante. Cero aporte.

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