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  • Writer's pictureAnibal Venegas

Zombieland sí, pero en el Gobierno

¿Somos gobernados por el sujeto original, noble, de buenos sentimientos, cargado a la virtud y a la ética? ¿O los hilos son tirados por el Doppelgänger, el doble perverso y hortero del binomio cuerpo-alma que transita por el mundo dando rienda suelta a sus cochinadas y bajos instintos?

 

Una creencia popular extendida en occidente durante siglos ha sido la existencia del Doppelgänger, el Ka o el Fylgja o Fetch del que Regina George declaró vehementemente y sin lugar a dudas: don’t try to make Fetch happen, it’s not going to happen. Nos quedamos con Doppelgänger porque en Chile se adora todo lo que pueda conectar con raíces germanas: blanquear la esencia curiche es un must. Doppelgänger es el doble perverso y hortero de nuestro binomio cuerpo-alma que en algún lugar del mundo transita cual sujeto libre y dando rienda suelta a sus cochinadas y más bajos instintos. Eje cardinal en la trama de la excelentísima Us donde Lupita Nyong’o lucha con su otro yo maléfico y cuya estupenda performance pasó de largo en las nominaciones de los Oscar. Okiedokie. ¿Existe el dichoso Doppelgänger? Tal vez sí, tal vez no.


Durante algún tiempo fui parte de la Sociedad de Espiritistas de Edimburgo; varios de sus miembros trabajaban en la Escuela de Estudios Paranormales pertenecientes a la Universidad, de modo que no era gente “chanta”. Todos tenían pieichdí. Unos creían en el Doppelgänger, otros no tanto, más ocupados seleccionando espíritus y transcribiendo mensajes del más allá. En el más acá, muuuy acá –que la moda académica titula “Sur Global”– nos preguntamos ¿Somos gobernados por el sujeto original, noble, de buenos sentimientos, cargado a la virtud y a la ética? ¿O los hilos son tirados por el Doppelgänger? Desde el 18 de octubre, en realidad desde mucho antes, tenemos casi la certeza que, en algún lugar del mundo, en un sitio remoto, del que se sabe sólo de oídas y gracias a un emisario no más alto que una mata de coirones, debe estar… la versión buena del zombi. Resulta que el día 18 de octubre se les despegó la máscara, se les apagó la grabadora, no le echaron WD40 a las bisagras de las puertas de acceso al oscuro sótano de sus cabecitas y ahí están: una cohorte variopinta de gente fea que en algún lugar oculta al sujeto original. Ningún médium de matinales se ha atrevido a tirar las runas, leer las líneas o desplegar la baraja de Tarot Marsella para saber dónde están los “verdaderos” que podrían eventualmente iluminarnos con su sabiduría. Tampoco se atreven a tocar al (supuesto) Doppelgänger ni mucho menos a su ejército de salvación porque temen a las represalias que se traducen en infinitos tormentos. Y yo ¿Sé dónde está el bueno? ¿Son en verdad Doppelgänger? Desde el rincón más sucio de mi repisa de falso raulí los arcanos mayores me hacen guiños, pero, bah, con la experiencia sensible basta y sobra.


¿Cuáles son y cómo son nuestros supuestos Doppelgänger? He aquí una lista poco exhaustiva, apenas tres. Podría llamarla “Parte I de XX”. Pero no, wait… ¿Cómo saber si una vez descritos no vendrán durante la noche a tirarme las patas o a envenenarme el medio litro de agua con aceite esencial de orégano que tomo en las mañanas? De valiente tengo poco. El lunes, por ejemplo, apenas le hice el quite a una lacrimógena que me cayó a unos dos metros, justo cuando me disponía a cruzar hacia Providencia, donde se extiende el “Plaza Italia para arriba”. Mi hora destinada al trote se ve constantemente interrumpida por las fechorías de los Doppelgänger, A.K.A. Gobierno de Chile. No hay otra razón. Entonces: del más insignificante al menos insignificante… lo que no quiere decir el mejor. Recuerden: Doppelgänger es malo por naturaleza. Y el orden es irrelevante, no altera el producto.


1) Jacqueline van Rysselberghe



La filosofía del Meme –heredera natural de la tradición griega, ver libro III de la República y lo que allí se discute sobre mímesis, censura y poesía– nos da a entender que, al parecer, van Rysselberghe es la “buena” y su supuesta Doppelgänger, la muñeca Annabelle, la mala. Y es que en verdad son parecidas físicamente, sólo que Annabelle ha dado razones más que suficientes para concluir que tan pérfida no es. O al menos ha hecho una que otra cosa buena lo que hipso facto la remueve, apropiándome de la teoría platónica de las Formas, “dos veces” de la “idea” Doppelgänger. Por ejemplo, no solo ha deleitado a millones de frikis del terror con su eterna letanía diabólica muda, su sonrisa ladina y movimientos compulsivos de cabeza, sino que ha enriquecido a toda una industria y vuelto aún más famosos a los Warren y sus intérpretes Vera Farmiga y Patrick Wilson. Los beneficios sobrepasan a los maleficios. Jacqueline van Rysselberghe por otro lado… sorry, no hay por donde agarrarla. Y no puede uno sino comparar con el doctor de American Horror Story, con quien encima la honorable comparte especialidad médica. Es decir, arráncate a perder. Muy lejos, fuera de los límites del bosque.


¿Sus características más llamativas? Poner arena en el motor, palos en la rueda de la bicicleta y sembrar el camino de miguelitos. Proyecto de ley que intente situar a Chile en la modernidad de los años 70: allá está la senadora ladrando e impidiendo que las cosas cambien, o sea, por ella que el sol gire en torno a la Tierra y que las escuelas públicas prohíban el acceso de las mujeres a la educación elemental a fin de que aspiren a convertirse en simples Marías. De ella es posible predicar: abiertamente misógina, homofóbica y clasista. Por ejemplo, le cargan los rotos de población (homenajeando a sus votantes) o como ella misma dice “patipelados”, dedicando buena parte de su carrera política a favorecer ganancias personales y familiares, repartiendo casas entre sus cercanos y discutiendo leyes que benefician directamente intereses privados en detrimento de los pobres con quienes siempre se escobilla los dientes, como la de-vez-en-cuando recordada Ley de Pesca.


Si nos detenemos en el aspecto pre y post 18 de octubre no hay muchos cambios. Bueno, se ha ido afeando, salta a la vista. La tendencia local de arianizar la estructura capilar es una cuestión sobre la que ella podría dictar cátedra, porque su combo “escalonado+chasquilla” parece estopa vieja en contraste con la suave guedeja de Annabelle, que muy diabla será, pero al menos es gringa. Esta otra en cambio se pavonea con sus visos noventeros alisados y que ella debe pensar, erróneamente, la conectan con sus antepasados de Flandes. Enfundada en chaquetas blancas de acrílico a juego con zapatones blancos y con el Cetro medieval –forma e inspiración– de la UDI, se toma todo el tiempo del mundo para oponerse a las demandas ciudadanas a las que ningunea sin cesar. “Hoy cualquier patipelado se siente con el derecho de insultar a alguien que trabaja en el servicio público” escupió en la tele. O cree que su sobresueldo está bien justificado, ok, con tanto crío le deben rendir poco las lucas. Una mirada rápida a su fotografía garantiza horribles pesadillas: allí las lacrimógenas empequeñecen al porte de una haba y los “patipelados” son conducidos en fila india por una cuesta sin retorno porque acaba en un barranco, antesala de gélidas y mortíferas aguas.

2) Marcela Cubillos

Hay que ser penca y mala leche para ensañarse con el cabro vocero del movimiento que llamó a boicotear la PSU. Podrá uno estar de acuerdo o en desacuerdo, pero en una democracia decente en el sentido Rawls, es posible liderar y vociferar las causas que den la reverenda gana, siempre que ellas no pongan en peligro su marco de referencia, es decir, la Democracia. Según consigna el canal público, Cubillos: “Él tiene dos problemas. Va a tener que hacerse responsable judicialmente, es un joven de 18 años que ha llamado a impedir el legítimo derecho de otros jóvenes, ha llamado por la violencia, porque cuando uno llama a impedir un legítimo ejercicio es un acto violento, va a tener que responder ante la justicia”. Doppelgänger sin tapujos ni reparos. ¿Qué tal una crítica ácida, un par de pullas, o como Ministra de Educación, una defensa intelectual de la prueba con miras a una discusión crítica aun conservadora? No, dele con la vía judicial, que los juicios, que el resentimiento, bla, bla. No se puede esperar mucho si viene de la misma casta van Rysselberghe, es decir, UDI, pero ni su correligionario Hernán Larraín es tan pelotudo. De hecho, el viejo me cae bien. Cubillos es pinochetista desde que estaba en colegio Opus y of course UC donde además conoció a Guzmán. Sí, es casada en segundas nupcias no obstante su férrea oposición al divorcio en… 2004, pero como es cuica y encima Doppelgänger mejor nos callamos. En cualquier caso, todo el gabinete de Piñera es así, salvo por el arrimado de Isamit, Doppelgänger de ralea inferior y que lo enchufan en el ministerio para no enemistarse tanto con la chusma penca.


Flaca, de cuello largo y aristocrático, con esa sonrisa de mostrar encías, es en verdad espeluznante. Y la típica pinta de convidar al té con torta de las Bezanilla en su regia casa y la nana-objeto de toda la vida que cuida como si fuera porcelana de Limoges pero que estruja hasta las ganas. Como es súper cuica, contrario a van Rysselberghe, debe intuir que los visos rubio-verdosos planchados son “en verdá demasiado ahí no más” y cultiva el look austero del Chile de antes, el del fundo, todo minimal y en tonos claros, nada de colores lujuriosos o que promuevan la vanidad. Sin una pizca de maquillaje, salvo quizá un toque de “rouge” pálido y perlas heredadas, se hizo famosa en las campañas del Sí/No invocando a Dios (y sin que se oiga, a su Doppelgänger Belcebú) para que los chilenos usen la cabeza y voten por el de abajo, ese que todavía añoran algunos tontorrones y sus tallarines con jurel y cilantro. ¿Dónde estará su versión amable? Yo la encuentro parecida a la Jacinda Ardern, PM de Nueva Zelandia… pucha, soy fan. Inteligente, empática, simpática y feminista. Dicen que Chile y el país de los Kiwis formaron una unidad hace millones de años. Nos partieron en el lugar equivocado.


3) Sebastián Piñera

¿Qué se puede escribir y decir que no se haya escrito y dicho? Desde antes de ser ungido como Presidente de la República, el electorado estaba muy al tanto de sus guarradas. Según cuenta la leyenda, pareciera ser el caso que fue capaz de engañar al finado y refinado Ricardo Claro cuando éste lo mandó a Estados Unidos supuestamente a averiguar el negocio de las tarjetas de crédito. Asimismo, se le endilgan fechorías de toda índole, partiendo desde las bancarias y el sencillo depositado en paraísos fiscales para evadir impuestos chilenos, hasta el no pago de contribuciones por su mansión solariega de lago del sur. Al presidente también le gusta hablar en lenguas, es decir, su carácter Doppelgänger no lo ha ocultado tan celosamente como sus otras movidas… que tampoco le importan mucho que salgan a la luz pública, así es él. Si es que ni la señora lo aguanta: probablemente conocedora de la “verdad”, en ocasiones lo enfrenta (“no lo muestre”) o se deja seducir por sus exigencias y caprichos (“amiga, son unos aliens”). Pero a ella no la podemos culpar de nada, si ya sólo por estar casada con el hombre se merece una gruta. Al viejo le gusta decir groserías. Es seco para el garabato. Entonces tenemos que aguantarlo a él y sus menjunjes.



El demonio Doppelgänger le golpea más fuerte el lóbulo frontal y sale disparado el neologismo Marepoto. Como la estrategia de decir cochinadas redunda(ba) positivamente en las urnas, don Presidente le ha sacado partido a absolutamente todo, desde confundir a Lenin pensando en Goebbels pero que en realidad era Medius de Larissa (“miente, miente que algo queda”) hasta afirmar que Chile lleva medio siglo como nación independiente. Unos días antes del 18 de octubre opinaba que Chile era un oasis, tal cual, algo así como la Suiza sudaca con Santiago como su Gstaad. O Saint Moritz. O donde sea que vaya a esquiar porque esta gente sólo piensa en las alturas. Pero después lo golpeó la realidad que se devolvió como un severo guantazo en nuestros cachetes resentidos y rubicundos de ira, y claro, pasamos de “estimados compatriotas” al sucio y alevoso enemigo proleta. Salida de la “Persona” en el sentido griego y bergmiano del término y entrada del Doppelgänger. Se acabó la fiesta tipo Carnaval de Venecia. Nada de camisas XL de poliéster arremangadas, nada de relojes plásticos, nada de sonrisas cucas a la cámara. En cambio: militares a la calle, toque de queda, carabineros lanzando bombas lacrimógenas, golpeados, adolescentes tras las rejas, tuertos, ciegos. Y como es imposible ir en contra de lo que es natural por naturaleza, cuando sale de su madriguera a la luz pública para emitir declaraciones redactadas por algún cuico descerebrado, of course, no dice nada útil. Para la gente.


Absolutamente todos los propietarios de casitas Enaco sienten gran simpatía, cariño y admiración por él y hasta le vaciarían la bacinica de ser posible. Sin embargo, la lealtad está con los otros Doppelgänger que jamás de los jamases pagarían impuestos que redunden en arcas fiscales para financiar naderías tipo salud y pensiones, y eso que el Chile republicano los tiene trastornados. Hasta Luksic salió con paños fríos antes que el Presidente. Pero no puede un Doppelgänger ir en contra de lo que él es. A ver, hizo cambio de gabinete y en lugar de un cuico tonto puso a otro cuico tonto y entonces el ridículo internacional en la COP25 con una ministra del “Villa”, título UC y pasada por Inglaterra y Estados Unidos y que es incapaz de hilvanar una frase en lengua inglesa. Un total hazmerreír. Y ahí la tienen como baronesa del Medioambiente. Nada va a cambiar ni mejorar. ¿Dónde está el Sujeto original? ¿Es decir el bueno, el piadoso, el que sacará a Chile del abismo y traerá consigo los famosos tiempos mejores? Grillos. O tal vez perdide en las ambigüedades de la curvatura tiempo y género al más puro estilo Orlando de Virginia Woolf. Estaciones y siglos arqueados de arriba a abajo, de izquierda a derecha, arremolinados por un vendaval. Entonces, claro, quizá estuvo en las postrimerías del siglo XVIII memorizando la vida y obra de Tácito en alguna habitación de Tsárskoye Seló al tiempo que pensaba en cómo hacerse de todo un imperio, entablar amistad con filósofos y convocar a la gran Asamblea Constituyente. Lo siento, soy rusófilo por naturaleza.

Ojo con los Doppelgänger. Ni idea si son reales o no, pero su hálito de maldad disfrazado de buenas intenciones nos puede volver a pillar incautos. A no bajar los brazos…

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